Como seres pensantes, desde nuestra creación nos autoevaluamos y pre-calificamos nuestras propias capacidades, habilidades y talentos. Esta acción puede ser positiva o negativa. Depende de nuestra postura hacia sí mismo, podemos causarnos limitaciones o desarrollar capacidades ocultas. A esto le vamos a agregar el hecho real, de que, como creación de Dios tenemos todo lo que necesitamos, Mateo 5:16.
También existe una diferencia cuando somos hijos de Dios y estar a su servicio y obediencia. Juan 1:12 “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;”. Así que, nuestras capacidades y habilidades, aumentan a forma extremas, muchas veces cuando nos dejamos usar por Dios. Romanos 12:3.
Las facultades del ser humano las vamos a conocer en tres formas; primero como creación de Dios, luego por lógica humana y terminaremos con la observación entre el sexo masculino y femenino. Esto nos ayudará a conocer al ser humano, y a conocer el propósito de Dios para su creación en forma general y unilateral. Una vez tenemos este entendimiento podemos ejercer ese propósito.
Es evidente que el deseo de Dios era que su creación se fructificara, se expandiera, y se desarrollara. Por lo cual nos creó a su imagen y semejanza, con capacidades, habilidades y cualidades específicas para la ejecución de su proyecto divino sobre la tierra. Génesis 1:26. Aquí vemos que además de esta igualdad en Dios, Él nos hizo ser supremo que domina la creación de la tierra, pero con el propósito original de glorificar y enaltecer a nuestro padre celestial.
Cuando trabajamos como imagen de Dios ejercemos el “dominio” Génesis 1:26 y 2:4. También al relacionarnos, mostramos la esencia de Dios que al crear dos géneros con designio divino, estableció entre sí la relación.
De igual manera como su semejanza nos dió la facultad de procrear y llevar frutos Génesis 1:28; esto es un mandato “ y los bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla;”. Podemos seguir viendo que desde el principio Dios equipa al ser humano para el trabajo que fue diseñado.
Por lógica humana, somos una creación superior a los demás seres vivos. Ya que aún con aparentes debilidades, comparadas con algunos animales, tenemos la capacidad e inteligencia para superarlos en sus destrezas naturales y fortalezas físicas; tan solo con nuestra inteligencia que ha sido dada por Dios. Este intelecto lo puedes notar en el desarrollo de la humanidad y los avances científicos, indicando la imposibilidad de la creencia de que seamos parte de una evolución animal.
En cuanto al hombre y la mujer son una semejanza del Creador, ejerciendo juntos el dominio, la multiplicación y fructificación de la tierra; pues el uno sin el otro no podría producir descendencia. Génesis 1:27. A ambos Dios le designó la potestad de gobernar la tierra como hablamos en el párrafo anterior. Dios dejó claro la igualdad entre los géneros acorde a sus propósitos.
Lo que indica que ambos fueron creados con sus habilidades y capacidades de acuerdo a su género, cumpliendo así su misión. Por lo que no existe una limitación de parte de Dios y mucho menos una diferencia entre el hombre o mujer a la hora de ejercer un llamado para la predicación del evangelio de Cristo. Ambos tienen una asignación especial en la obra de Dios.
Ahora bien, debemos tener siempre presente el orden establecido por Dios desde su creación; el hombre fue creado primero y le fue dado aliento de Dios para darle vida, Génesis 2:7. “Luego vio Dios que el hombre estaba solo y no era bueno,” Génesis 2:18; “Así que, de la costilla del hombre creo a la mujer”.
Génesis 2:21,22. A nuestro entender, por ser creación primera y el haber recibido aliento de vida directa de Dios, le hace ser cabeza y sacerdote, pero este liderazgo tiene que ser ejercido con amor, solo porque porta el aliento de Dios y Dios es amor.
La mujer nombrada por Adán “Varona” iniciando así su señorío con amor hacia ella, diciendo “Esto es ahora huesos de mis huesos y carne de mi carne” Génesis 2:23. Como Cristo ama la iglesia, así al hombre le ha sido mandado amar a su esposa.
Jesús vino a restaurar la relación creada por Dios entre la pareja original Adán y Eva, restaurando ese amor, cuidado y protección que el hombre le debe tener a su ayuda idónea, Génesis 2:18.
Como sacerdote y cabeza le enseña este amor de entrega total por su protección para redención y salvación; pero también le deja entender a su compañera que la necesita, que es su ayuda ideal para ejercer juntos el llamado y propósito de Dios en la tierra, Efesios 5: 23 en adelante.
Esto nos enseñó Jesús al morir en la cruz por su iglesia, nos enseñó que somos como iglesia el cuerpo de Cristo para cumplir junto a Él los propósitos de nuestro Padre Celestial.
Luego que Dios creo a la mujer y le fuera entregada a Adán como su ayuda idónea y compañera, nombrándola como varona pues salió de sus costillas, Dios con ella detuvo la creación. La mujer fue el final de la obra maestra del Creador. Eva llegó a darle sentido pleno a la humanidad, pues es el complemento para la fructificación del ser humano. Génesis 1: 26-28.
Ahora bien, sabemos que producto de su pecado las cosas cambiaron drásticamente, siendo perjudicada la mujer, en cuanto a la sujeción del hombre y la misma sociedad. Contrario a lo que significa ser ayuda idónea. Muchos dicen que el pecado entró por la mujer, sin embargo, no olvidemos que la cabeza descuidó la supervisión de su ayuda idónea, si ves en la palabra cuando Dios le reclamó a Adán; Génesis 3:8-12,17.
Puede ser que esto creó una ruptura en la relación entre el hombre y la mujer, como fue rota la comunión entre Dios y el hombre en el Huerto del Edén, Génesis 3:8.
Esta ruptura producto del pecado ha sido restaurada a través de la muerte de Cristo, ya no tenemos que ofrecer sacrificios y ofrendas a Dios porque podemos interactuar directamente a través de Su Hijo.
A raíz del pecado, se vivía bajo la ley vemos cómo el hombre sojuzga a la mujer limitándola aún, en no poder ser usada por Dios. A pesar de esto, vemos en el Antiguo Testamento mujeres siendo usadas por Dios a favor de Su Palabra y de su pueblo.
Sólo nombraremos algunas: Sara, mujer llena de fe, Génesis 21:6; Miriam, profetiza, líder de alabanza y cuidadora de Moisés quien liberó al pueblo de Israel, Éxodo 15:21; y Débora, jueza y profetiza, quien tomó un rol trascendental en ese tiempo. Débora lideró al pueblo de Israel porque en ese momento no había rey que gobernara, Jueces 5:7.
Y plasmó Dios la importancia y rol de su última creación, la mujer, cuando eligió a María, madre de Jesús, para que fuera el instrumento, a través del cual vino el Salvador y Redentor de la tierra. Y no sólo que fuese la madre de Jesús, sino también quien le crió y educó junto a su esposo José, Mateo 1 y Lucas 2.
Esta es la mujer de la cual el hombre es cabeza y sacerdote, lo que indica que es un gran reto para el varón ser sacerdote de la mujer, pero a la vez es columna del hombre, “carne de su carne y huesos de sus huesos”, Siendo así el complemento ideal para que el hombre ejecute su rol ante Dios.
Ya bajo la gracia después de la muerte de Cristo vemos la asignación de los doce discípulos, Marcos 3: 13-19, en el Nuevo Testamento. También como Jesús predicaba a todos que Él es la verdad y la vida, sanando, haciendo milagros y prodigios. De la misma forma tomaba en cuenta a la mujer y los gentiles. Mateo 15:21-28.
Dios refuerza el papel de la mujer en el ministerio, Lucas 8: 1-3. El evangelio de Cristo no se limitó en hombre ni en los judíos, sino para todo el que le cree a Él. Juan 3:16 “Porque de tal manera que amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en el crea, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Hemos visto cómo Dios, no solo le dispuso asignación al hombre y a la mujer, sino que, tanto en el tiempo de la ley como en el de la gracia ambos ejercen un papel ante Dios, según la necesidad el tiempo propósito y objetivo que a Dios así le plazca.
La muerte de Cristo en la cruz redimió nuestra relación con Dios, viviendo bajo la gracia y no la bajo la ley del Antiguo Testamento. Es el centro de la relación entre el hombre y la mujer. Y fortalece el papel tanto del hombre como la mujer en el ministerio de la predicación del evangelio. A cada cual Dios usa para Él glorificarse, bajo su voluntad, orden y mandato sin limitaciones humanas. Por lo cual, estamos llamados a servir a Dios, si así tenemos un corazón dispuesto e íntegro al servicio de su reino.